Cruzando fronteras
Paula Nicho Cumez (2007)
Llega de España. Por un mes
regresa a su pueblito en la cordillera, a su casa, a su familia. La esperan
todos. Muchacha se fue, flaca, sin experiencia de la vida. Allá en España se
gana buena plata, le dijeron. Vuelve atildada, ampulosa, bien peinada. Señora.
Caminando por el pueblo la
acompaña su séquito. Va vestida de traje claro, resplandeciente estrella blanca
en medio de un cielo de lana ocre. Poco importa que lo que gane en España le dé
apenas para vivir, que allí lleve grabada en la frente su condición de
inmigrante: sinpapeles, sinderechos. Aquí, en su tierra, es una retornada.
Existe entre emigrantes un
código de conducta. Un código tácito, del que nadie habla pero todos saben, su
tabla de salvación cuando se sienten arrastrados a la deriva. El emigrante
nunca puede, nunca debe, confesar su fracaso, nunca admitir que las cosas no le
van bien, nunca desear regresar si es con las manos vacías. Porque si lo
hiciera, estaría condenando a la zozobra no sólo a sus propios sueños sino
también a los de esos otros que no llegaron a emprender el viaje, a las
ilusiones de quienes como él ansían un porvenir diferente, de quienes fantasean
con una prosperidad que sólo si marchan dejará de estarles vedada.
Así la retornada cumplirá el
ritual esperado, la celebración del regreso victorioso. En su gran fiesta dará
de comer a todos, habrá alimento para el cuerpo y alas nuevas para el alma.
Será quien todos imaginan que es, aunque sea sólo por hoy, sin importar lo que
cueste.
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