Maternidad
Oswaldo Guayasamín (1919-1999)
María, la esposa de José, es
alta, delgada y erguida como una espiga. Camina con la elegancia de una llama
por caminos de tierra y pedernal, con zapatitos de tacón. Puede que tenga
veinticinco años, no más. Como todas las mujeres de este páramo andino, tiene
la piel tostada al punto de arder, viste medias hasta la rodilla y una falda de
raso sobre la que cae una mantilla bordada de flores multicolores, hoy que nos
acompaña al mercado de Zumbahua envuelta en sus mejores galas.
María, como otras mujeres del
Altiplano, carga con todo a sus espaldas: niños, enseres, alimentos... Apenas
habla español, pero su mirada es viva, inteligente, y su presencia se posa,
delicada, incluso en este paisaje sin sombra.
Cuando José se despide de
nosotros lo hace con una humildad que revienta de dignidad; es humilde pese a
ser capaz de hablar al menos dos idiomas, seguir sus estudios mientras trabaja,
tejer, pintar y componer música. Y posee la dignidad de quien aún puede
imaginar una vida mejor: «Sueño con viajar», nos dice, «no para trabajar, sino
para conocer».
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